Los flamencos declaran 'la guerra' a los valones tras la partición electoral de Bruselas
La disputa belga parte de la riqueza flamenca, cuya renta es un 20% superior a la valona
Los valones son francófonos y los flamencos son neerlandófonos
Los flamencos han aprobado la división del colegio electoral de Bruselas y periferia
120.000 ciudadanos francófonos no tendrán representación tras la escisión electoral
La coalición entre ambos grupos es imprescindible para constituir Gobierno
BRUSELAS.- En una pequeña sala del Parlamento belga y con una tediosa lectura de enmiendas, se ha declarado esta tarde la guerra política entre flamencos y valones en el conflicto histórico que, esta vez, amenaza con llevar el país a la ruptura.
El voto con el que los partidos de Flandes (el norte neerlandófono y rico) imponen la partición del colegio electoral de Bruselas y su periferia –el centro de la polémica separatista- liquida, según los partidos de Valonia (el sur francófono deprimido y antiguo dominador), las últimas posibilidades del democristiano flamenco Yves Leterme de formar Gobierno, 150 días después de las elecciones.
Los flamencos, que representan al 60% del país, han utilizado su mayoría en la comisión de Interior de la Cámara para aprobar la división del colegio Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV), centro de polémica durante décadas por ser el único punto bilingüe del país y donde los ciudadanos pueden votar a partidos valones o flamencos (no existen listas nacionales).
En un calculado momento de tensión, los francófonos abandonaron la sala al comienzo del voto entre unos pocos aplausos y gestos de 'adiós' de los diputados flamencos. Ya solos, los flamencos, temerosos de una invasión francófona -la capital de la UE habla más francés o inglés que neerlandés-, votaron para separar 35 pueblos alrededor de Bruselas que están en territorio de Flandes, pero tienen cerca de 120.000 habitantes francófonos, entre ellos, el del aeropuerto de Bruselas. De esta forma, los francófonos, obligados a votar, como todos los belgas, no podrán optar por sus candidatos y sólo les quedará introducir una papeleta en blanco o a favor de partidos que no representan sus intereses.
“Es la primera vez que una comunidad se une entera para votar contra otra”, se quejaba en los pasillos del Parlamento Melchior Wathelet, del partido democristiano valón. El desafío, según él, demuestra que los flamencos “no quieren negociar” y termina con las charlas de Leterme para formar Ejecutivo. Entre los flamencos, sólo los verdes, que optaron por abstención, alertan contra la “crisis institucional” que desencadena la partición del BHV.
La coalición entre francófonos y neerlandófonos es imprescindible para constituir un Gobierno en Bélgica, que debe contener por ley igual número de ministros valones y flamencos y donde no existe ningún grupo político nacional. Si Leterme no consigue un acuerdo de Gobierno, el Rey Alberto II puede nombrar a otro candidato para que lo intente o el Parlamento puede convocar elecciones anticipadas, aunque el resultado puede ser aún más complicado que el del 10 de junio, por un previsible aumento de la ultraderecha separatista flamenca.
Durante el voto, diplomáticos y funcionarios de la UE seguían con atención el desarrollo del futuro de su sede, preocupados porque, esta vez, parece que sus anfitriones van “en serio” y que “Bélgica está en la UVI”. El precedente de un país fracturado dentro de la Unión sería un punto de referencia indudable para el País Vasco y, sobre todo, para Cataluña (el núcleo de la disputa belga es la riqueza de los flamencos, cuya renta es un 20% superior a la valona) o el Norte de Italia, con sus sueños de la Padania.
La disputa belga parte de la riqueza flamenca, cuya renta es un 20% superior a la valona
Los valones son francófonos y los flamencos son neerlandófonos
Los flamencos han aprobado la división del colegio electoral de Bruselas y periferia
120.000 ciudadanos francófonos no tendrán representación tras la escisión electoral
La coalición entre ambos grupos es imprescindible para constituir Gobierno
BRUSELAS.- En una pequeña sala del Parlamento belga y con una tediosa lectura de enmiendas, se ha declarado esta tarde la guerra política entre flamencos y valones en el conflicto histórico que, esta vez, amenaza con llevar el país a la ruptura.
El voto con el que los partidos de Flandes (el norte neerlandófono y rico) imponen la partición del colegio electoral de Bruselas y su periferia –el centro de la polémica separatista- liquida, según los partidos de Valonia (el sur francófono deprimido y antiguo dominador), las últimas posibilidades del democristiano flamenco Yves Leterme de formar Gobierno, 150 días después de las elecciones.
Los flamencos, que representan al 60% del país, han utilizado su mayoría en la comisión de Interior de la Cámara para aprobar la división del colegio Bruselas-Hal-Vilvorde (BHV), centro de polémica durante décadas por ser el único punto bilingüe del país y donde los ciudadanos pueden votar a partidos valones o flamencos (no existen listas nacionales).
En un calculado momento de tensión, los francófonos abandonaron la sala al comienzo del voto entre unos pocos aplausos y gestos de 'adiós' de los diputados flamencos. Ya solos, los flamencos, temerosos de una invasión francófona -la capital de la UE habla más francés o inglés que neerlandés-, votaron para separar 35 pueblos alrededor de Bruselas que están en territorio de Flandes, pero tienen cerca de 120.000 habitantes francófonos, entre ellos, el del aeropuerto de Bruselas. De esta forma, los francófonos, obligados a votar, como todos los belgas, no podrán optar por sus candidatos y sólo les quedará introducir una papeleta en blanco o a favor de partidos que no representan sus intereses.
“Es la primera vez que una comunidad se une entera para votar contra otra”, se quejaba en los pasillos del Parlamento Melchior Wathelet, del partido democristiano valón. El desafío, según él, demuestra que los flamencos “no quieren negociar” y termina con las charlas de Leterme para formar Ejecutivo. Entre los flamencos, sólo los verdes, que optaron por abstención, alertan contra la “crisis institucional” que desencadena la partición del BHV.
La coalición entre francófonos y neerlandófonos es imprescindible para constituir un Gobierno en Bélgica, que debe contener por ley igual número de ministros valones y flamencos y donde no existe ningún grupo político nacional. Si Leterme no consigue un acuerdo de Gobierno, el Rey Alberto II puede nombrar a otro candidato para que lo intente o el Parlamento puede convocar elecciones anticipadas, aunque el resultado puede ser aún más complicado que el del 10 de junio, por un previsible aumento de la ultraderecha separatista flamenca.
Durante el voto, diplomáticos y funcionarios de la UE seguían con atención el desarrollo del futuro de su sede, preocupados porque, esta vez, parece que sus anfitriones van “en serio” y que “Bélgica está en la UVI”. El precedente de un país fracturado dentro de la Unión sería un punto de referencia indudable para el País Vasco y, sobre todo, para Cataluña (el núcleo de la disputa belga es la riqueza de los flamencos, cuya renta es un 20% superior a la valona) o el Norte de Italia, con sus sueños de la Padania.
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